Es tan sumamente estúpido poder expresar las cosas tan bien entre letras y tan mal con palabras. Y todo por mi asquerosa incapacidad de decir lo que siento. Qué pienso. Es como si alguien colocara toneladas de espuma en mi boca y después cosiera los labios para no poder escupirla. Lo odio.
Lo intento. Intento hablar. Soy una persona incoherentemente abierta y locuaz. Demasiado abierto. Nada tímido. Asquerosamente social. Pero no. Es tener a alguien, cara a cara, con una conversación seria y se acabó. Diciéndome que valgo más de lo que yo pueda ver. Que tengo una imagen de mi mismo totalmente distorsionada y no veo de lo que soy capaz. Que soy un camaleón en potencia. Y que es muy estúpido que me sienta mal por sentirme mal.
¿La respuesta?
Reírme. En serio. Siempre riéndome. No soy capaz de afrontar algo así con la seriedad de un adulto. Con palabras como "Bueno... Ya.... Bueh... Pero no sé..." y que siempre acaba con lo mismo: Sin decir nada y dejándolo pasar. Y aún intentando que hable, no soy capaz. Porque en ese momento no pienso. O qué sé yo. Estoy en otra dimensión y dejo que haga monólogos la otra persona, como si aquello no fuera conmigo.
Y no quiere decir que no lo aprecie. Realmente lo hago. Pero me siento idiota. Volátil. Pequeño. Siento que me miente. Que el mundo exagera con tantos halagos. Que los demás no ven las cosas como yo. No ven mi realidad. Mi puta realidad.
He caído y levantado tantas veces durante tantos años que es difícil separar los retazos de todas ellas. Es un espejo roto. Un alma vacía. Sin recuerdos. Sin explicación. Me siento mal porque necesito sentirme mal. Porque ser feliz es algo demasiado pasajero para mí y la sensación de vacío es la que realmente me ha acompañado siempre.
Y tengo miedo a que detrás de todo esto no haya más que una enfermedad. Que mis palabras, mi visión, que yo mismo no sea más que un trastorno. Que esto quede atrás y no haya nada, solo un banal humano más.
Nadando entre cenizas. Ahogándome entre suspiros. Buscando siempre lo que no sé dónde hallar. Lo que no existe. El punto concreto donde permanecer durante una eternidad; dos quizá. Las alas que me permitan ir más allá de toda la corriente y ver el frondoso bosque.
Y estoy cansado de que todos los días sean iguales. De quejarme por dentro. De sonreír. De reír. De saltar. De abrazar, De estar tan condenadamente bien delante de todo el mundo para después escuchar sus halagos. Para que recalquen mis fortalezas y no mis debilidades, pues las desconocen.
Estoy cansado de comer y vomitar. De vomitar. De vomitar. De intentar controlar y que me supere. Que acabe cediendo y algo que previamente iba a ser una comida normal se convierta en un atracón. De verme en el espejo. De mirar más mi tripa que mi rostro. De sentirme obeso aún cuando se me marcan los huesos; aún cuando mi madre dice que me ve más delgado que en España cuando le mando fotos.
Estoy cansado de esta mierda. De que me arrastren estas emociones. Este vacío. Este frío. De esta rabia que aparece de pronto y con la que deseo, con todas mis fuerzas, destrozar el mundo. La humanidad en su totalidad. La esperanza. La propia Vida. Destrozarme.
Quiero que alguien. Que algo. Me destroce. Hasta el final.
Es un temblor,
una grieta,
un abismo encerrado,
un grito nublado,
una sensación opaca,
una luz abierta,
un sueño encubierto,
un niño desterrado.
Es la Vida.
Un frenesí.
Una quimera.
Un amor escondido.
Un susurro impío.
Eres tú.
Allá o aquí,
entre deseos e inquietudes,
entre palabras perdidas,
entre sueños destruidos,
entre versos y suspiros,
entre pensamientos volátiles,
entre paredes y nubes.
Eres tú.
Quien enreda sogas en el cuello
y prevalece en el espacio y tiempo.
Quien esconde la verdad.
Quien escupe veneno.
Quien retoza en el suelo.
Quien hiere y profana.
Eres tú, demonio.
Amable y bondadoso
que arrastra hasta al último humano,
a quien tienta y abraza,
a quien somete ante sus pasos,
a quien destroza con sus palabras.
Tú, tan inteligente,
tan absurdamente sensato,
tan noblemente altruista.
Siempre buscando un alma a la que morder y violar,
una caricia por la que luchar.
Un destino escondido.
Un grito ya esparcido.
Una sensación olvidada.
Eres tú, demonio.
Eres tú.
Soy yo.
Somos ambos.