viernes, 3 de octubre de 2014

Tierra húmeda



Un sueño. Una realidad. Una quimera ficticia. Un aliento desgarrado y un sueño desvalijado. Es, de nuevo, como sentir el frío viento recorrer cada poro de mi piel. Como la tormenta abrasando las nubes. Las exhaustas llanuras gritando en el olvido y las uñas despegándose de la carne entre versos. No son exclamaciones, ni tan siquiera sueños, lo que yo busco en esta tierra maldita. Es algo tan simple de lo que cualquier humano huiría. 

Humano, demasiado humano. Palabras escuetas y ciertamente infames que se clavan y perforan cada rincón de este pequeño ser. Lucha constante entre adversidades inquebrantables, como la propia ley de Dios, otorgada y sentenciada para los más débiles. Acatar y morder. Degollar el alma. Acariciar el viento. Sentirse libre aún dentro de la jaula de carne y hueso, preso de emociones y deseos que jamás serán escuchados.  

Siguen y suman todos los años ya atrás que admiran ahora un futuro perdido y nefasto. Ruinas colapsadas y cuerpos inertes. Cánticos que entremezclan el olor a tierra húmeda y seres que se pierden en el horizonte. A veces me cuestiono qué hay más allá, si se encuentra la paz o la destrucción, si realmente uno es libre o  si permanece atado a las cuerdas de su propia condena.

Tantas preguntas. Tanta ansiedad. Tanto saber que se pierde en el olvido. Y ya no hay nada. Absolutamente nada. Blanco y negro. Ambos y ninguno. Letras inconexas. Sentidos inversos. Significados ocultos y miedos expuestos. Fui. Soy. Quiero ser. Seré. Y en intentos banales que perecen entre letras de un ser excéntrico acaba todo. 

La redención no estuvo hecha para alguien así. El pecado inconfeso. Susurros que nadie escucha, entremezclados entre finos hilos de saliva manchada de sangre. Emociones vomitadas. Y un solo pensamiento, impuro y sucio como el propio ser humano: Rómpeme. Destrózame. Arrebátame la máscara que he arrastrado desde eones atrás. Aprieta al propio Destino. Arranca sus intestinos. 

Quién soy yo si no uno más entre el gentío. Un grito que se ahoga en un mar repleto de angustia. Unos versos sin significado ni cordura. Una llamada al dolor. Al sentimiento. Al pánico. Al propio colapso.

Humano, demasiado humano.
Fui. Soy. Quiero ser. Seré.
Y en intentos banales que perecen entre letras de un ser excéntrico acaba todo.



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