jueves, 17 de abril de 2014

Welcome back, my prince.



Y es que al final el mundo gira.
Gira y se destruye.
Se evapora entre suspiros.
Entre almas destrozadas.
Entra la propia nada.

Y yo sigo respirando. Al menos de momento. Entre mis días buenos y no tan buenos. Entre versos y pensamientos. Entre el sol de la mañana y el terror de la noche. Vivo y coexisto en el mismo plano que otros tantos humanos. 

Mi peso me taladra el cerebro. Día tras día. Tengo hambre pero no quiero comer. Si como, vomito. Tengo ansiedad constante que me lleva a atracones. Y aún puedo estar agradecido de estar acompañado por alguien que logra tolerar todo cuanto soy, aunque a veces me pregunte el porqué. Una persona como pocas que llegó hace ya muchos años en mi vida gracias a Internet y que, a pesar de todo cuanto le he dicho o hecho, a permanecido ahí, estático. Una persona a la que le puedo decir que voy a vomitar y que lo comprende; a su forma y manera.

Y al final todo es lo mismo: Mi vida no es tan mala como a veces pienso. No lo es, pero hay cosas que por bien o mal me han marcado y han hecho que yo sea quien soy. El ser presente aquí y ahora, del que pocos o nadie podría sentirse orgulloso.  Y siempre pienso que las mismas vivencias en un adulto no ocasionarían el mismo daño; al menos no tan atroz. Pero, ¿quién es capaz de controlar la mente de un niño? Si no habla. Ni se queja. Ni llora. Solo se destruye en silencio, enredando un hilo y formando un gran ovillo. 

Quién es el culpable si no la propia Vida que a veces es una gran hija de puta, que nos destroza y apresa entre sus paredes de carne. Nos ahoga. Nos asfixia. Nos ata de forma que no encontramos respuestas ni soluciones a nuestros dilemas, sean cuales sean.

Y la suerte no acompaña, teniendo en cuenta que en este periodo que no he escrito ha sido porque mi madre tenía presuntamente un esguince (y sigue, con lo cual ya dicen que debe ser algo roto) y yo acabé con una tendinitis en la mano derecha que no me permitía escribir apenas.

Necesito un cóctel de pastillas que me deje KO durante un par de días. Tengo esa inmunda sensación de que la fuerza se escapa de mi cuerpo, cada día un poco más y que la Muerte se avecina. Sé que hay un final para todo. Para todos. Lo sé y de alguna forma lo aprecio. Lo anhelo. Saber que yo también puedo morir me provoca más bienestar que dolor, porque quiere decir que dentro de mi mundo, de mi sufrimiento, yo sigo siendo igual que los demás.

Ese ser diminuto entre tantos millones. Ese ser que se siente tan triste y solo. Ese ser que su peor enemigo es él mismo. Quien decide odiar por odiar o amar hasta reventar. Quien complace. Quien sonríe. Quien vive y respira.

Y en el fondo sé que no soy tan especial. Mi literatura puede resultar interesante. Mis palabras. Mi vida. Mis gestos. Pero soy igual que ellos; incluso peor. Hay momentos en los que pienso en mi vida, en mis acontecimientos pasados y me pregunto por qué soy así, cómo a veces puedo llegar a ser un cabrón tan desalmado. Cómo puede ser que nadie pueda importarme. Cómo puede ser que no sienta aprecio por nadie. Aprecio real.

Y eso me hace sentir solo. A la vez de solo, frío. Y no es una sensación que me complazca ni me reconforte; al revés. Incluso alguien como yo a veces desearía ser un poco más normal. Preocuparse por temas más triviales. Disfrutar un poco más de la vida... de los humanos.





4 comentarios:

  1. Creo que el día a día nos jode tanto porque constantemente nos remite al pasado. Como si cada paso que damos viniera del antes, ¿no? No sé, se me ocurre. A mí también me alivia la IDEA de la muerte. Según dicen, es un recurso de alivio, a menos que uno sea suicida. Pero no sé si es el caso. Tal vez ni siquiera nosotros lo sabemos. Y no apreciar a nadie... No creo que sea tan así. Creo que uno llega a pensarlo a causa del dolor, pero que en realidad ese desprecio o apatía es por desilusión.
    Y qué bueno si tenés a alguien que te acepta y comprende. Eso es lo importante de la vida :)

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    1. Flo, querida :) Ahora mismo iré a tu blog, que hace mucho que no me paso por el de nadie.

      Para varias, tienes razón. Aunque el apego y el amor hacia el ser humano no lo he sentido creo que nunca; con algunas ocasiones, pero a las que yo no marcaría como amor real, simplemente 'necesidad' ;)

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  2. Nadie merece sufrir por ser,sea como sea,pero desafortunadamente sucede asi en algunos casos.
    No se que decirte que te haga cambiar de parecer,salvo algo que duele mucho que te digan...intentalo,cobarde.Y esta frase precisamente,no me parece adecuada.
    Asi que,no se,respira hondo y saca fuerzas detoda la rabia que llevas dentro,y sigue andando.Tomalo como otra forma de autolesion.Vivir para sentir lo peor,o algo asi.Y entre esos dias,seguro que mas de uno sonries desde el corazon,aunque solo sea unos segundos...quedate con eso para seguir peleando la vida.Ve a un parque y mira a los niños pequeños jugar.Eso te hara sentir mas triste,pero mas humano y mas vivo.
    Equivocaste el camino...y no se si no sera tarde,creo sinceramente que si,para que tomes el que te lleve de vuelta a la vida.Y lo siento,no por nada en particular,si no porque normalmente, siempre sufren los buenos.
    Abrazos.

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    1. Hola Pilar,

      Muchas gracias por tu comentario.

      Si te digo la de veces que he intentado ser distinto. Pensar distinto. Te asustarías. Incluso una vez llegué tan lejos que creí haberlo alcanzado y acabó en una auténtica tragedia. Desde entonces decidí no fingir 'tanto', porque al final es más perjudicial para mí. El fondo está ahí y eso, hoy por hoy, es incorregible.

      Pero aún así agradezco tus palabras. A veces sonrío y me río, desde el 'corazón', solo que cuando uno está mal 24h 7 días a la semana, es difícil recordarlo.

      Un abrazo.

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