martes, 27 de enero de 2015

Sexualidad



Realmente nunca he hablado aquí sobre algo tan normal como el sexo. Creo que nunca he sido lo que la gente llama standard en ningún ámbito de mi vida y, por supuesto, en éste no podía ser una excepción. No sé muy bien el motivo, supongo que el tener una pre-adolescencia y adolescencia distinta hace que tú también lo seas, quieras o no. 

Cuando tenía doce años empecé a leer a Nietzsche, me fascinaba su visión del mundo aunque probablemente no entendía todo lo que decía, pero si algo es cierto es que me sentía levemente comprendido, al menos lo comprendido que se puede sentir un niño de esa edad que no sabe nada de la vida; ni tan siquiera de sí mismo. Así que yo cogía sus libros y me los llevaba a clase, entreteniéndome mientras el profesor explicaba algo (me aburría e igual aprobaba, así que nunca me dijeron nada), e incluso más de una vez llevé El anticristo a clase de religión. Y sí, la profesora lo vio pero extrañamente en vez de regañarme (que imagino que sería lo normal) se sentó a mi lado y me preguntó que si me gustaba leer, que era el chico que mejor respuestas le daba en clase y que estaba muy contenta conmigo (sí, qué vergüenza). Negaba totalmente la existencia de Dios y, a diferencia de ahora, pensaba que los cristianos (u otras religiones) eran estúpidos, con el tiempo aprendí a respetar aún siguiendo con mis pensamientos. 

Así que, al final, Nietzsche fue uno de mis maestros. Un hombre no muy cuerdo (o quizá demasiado) que dejó algo de él dentro de mi cabeza. Algo que yo a veces comprendía más o menos pero que en resumen me fortalecía la idea de que el ser humano no era algo que me gustara a pesar de que fuera de la lectura yo tenía mi grupo de amigos como cualquier otro.

Empecé a vestir de negro porque no me gustaba la ropa de color que siempre había llevado. No me gustaba porque no era afín a lo que yo sentía en realidad. Porque de una forma u otra estaba de luto por el mundo e incluso por mí mismo. Y poco a poco me fui cansando de todos. Si alguna vez tuve un interés por alguien (que no lo recuerdo) se acabó desvaneciendo. Pasé a engullir de forma compulsiva, aunque entonces no vomitaba. Y de ahí vino el odio por todo. Por todos. Por mí. Un odio que se ocultaba mientras le sonreía al mundo y que se reflejaba en mi piel con cortes que sangraban por las noches y se ocultaban por el día. Supongo que pedía ayuda pero mi falsedad no me permitía mostrarme tan débil al mundo. No quería preocupar a nadie. No quería que nadie viera aquello. Solo tenía que sonreír. Sonreír y seguir mi camino. 

En esa época, sobre los catorce años, me sentía atraído por los cadáveres. Es un poco freak decir algo así, pero me resultaban absurdamente hermosos. Y no me refiero a algo sexual (supongo que dentro de lo raro, es un poco mejor), si no que mi filosofía de entonces era algo así como: "Una persona vive muchos años y mantiene su belleza durante todos estos. Un cadáver se marchita rápido y es algo tan efímero que no somos capaces de percibirlo". Pero supongo que, en el fondo, lo que sentía era envidia. Envidia de esa tranquilidad. De esa forma de no-sentir que yo ansiaba. 

Recuerdo que incluso imprimía fotos (qué creepy...) y me las guardaba. Hasta que me cansé, como siempre. El interés fue decreciendo. Había visto muchas páginas en Internet con fotos de asesinatos, accidentes y muertes. Y ni la sangre ni las vidas ajenas me conmovían ni me hacían sentir nada. Supongo que era como quien observa un cuadro. O dos. O mil. Al final, si no tienes un objetivo más allá del de observar, te cansas. Así que eso pasó a la historia. Una etapa más y ya está. 

Por aquel entonces yo escribía mucho ya. Todo muy grotesco. Oscuro. Sangre. Diablos. Muertes. Tristeza. El humano perdido. Y aún recuerdo algo que escribí hace más de 10 años y que memoricé. Cuando menos me di cuenta ya tenía dieciséis años y, por supuesto, muchos compañeros ya tenían sus "novias", cosa que yo no entendía mucho y por la que estaba demasiado ocupado con mi mundo y mi vida como para centrarme en eso.

Pero la vida es así y, al final, siempre hay personas que se cruzan delante de ti. Gente afina a tu mentalidad. Gente que parece entenderte. Gente que dice que te ama y te trata bien. Y ahí empezó mi juego

Sus palabras eran bonitas. Era buena persona (supongo) y sus intenciones parecían correctas. Y durante un tiempo me conformé. Estaba bien. Era algo entretenido. Pero antes del año se me hizo cuesta arriba. Me cansé y al final le dije que estaba con otra persona aunque no fuera verdad. Corté la comunicación y no me interesó más. 

A partir de allí empezó un espiral de conocer gente y devorarla. También comencé a vomitar por todo lo que arrastraba, pero el hecho de someter a los demás debajo de mí me parecía demasiado atractivo. Jugué con muchas personas; demasiadas quizá. Y, probablemente, a todas ellas les dije que las quería aunque no fuera así. El sexo estaba bien aunque con el tiempo me resultaba monótono, así que no tenía ganas y acababa rompiendo la relación (o lo que fuera). Un adiós y ya está. No me interesas. ¿Te duele? No es mi culpa. Y poco a poco, observando durante tantos años el comportamiento ajeno, uno se da cuenta que hay un patrón que siempre se repite aunque la gente sea distinta y, de esta forma, eres capaz de adentrarte en ellos por dura que sea su coraza. Lees sus ojos. Sus actos. Sus palabras. Y antes de que te conozcan, les conoces, así que juegas con ventaja. Sí, un juego, así me he tomado el hecho de socializar desde siempre.


Entonces, cuando conoces a alguien, te preguntan:


¿Eres gay?
No


¿Eres heterosexual?
No


¿Eres bisexual?
No


¿Entonces qué eres?
No lo sé


Nunca, jamás, he sentido atracción física por una persona. El cuerpo humano no me suscita ningún tipo de interés de índole sexual. Obviamente sé apreciar si una complexión me resulta más bonita que otra. Si un rostro me agrada más o menos. Pero fuera de eso no analizo a nadie en ese ámbito. Me da igual hombres o mujeres siempre que tengan algo que me guste y eso radica en su pensamiento. 

Cuando quiero a alguien tengo que tenerlo, no importa cómo, siempre acabo consiguiéndolo. No me interesan sus preferencias, ni tan siquiera si soy o no su tipo. Porque sé que en caso que no encaje en sus estánderes físicos puedo encajar en los psicológicos, así que al final dejarán de lado un gusto para centrarse en el otro.

Y ahí soy la persona que te dirá el ser tan hermoso que eres. Lo cruel que es el mundo. Porque tú sabes que eres débil y yo también lo sé, así que te cobijaré en mis brazos hasta que te duermas. Te daré besos. Te haré reír. Y poco a poco pensarás que soy el ser más extraordinario que has conocido nunca. Te diré una y mil veces que no soy buena persona. Te diré que me canso de la gente. Que al final esto también ocurrirá entre nosotros, porque soy así. Pero tu cerebro está tan envenenado que no querrás escucharme. Dirás que no. Que no soy tan horrible como describo. Que soy buena persona porque me preocupo por todos. Porque quiero a mi perra de forma que poca gente lo hace y alguien con tal amor por un animal no puede ser así

Pero sucede y algunos te dicen que eres la cosa más insensible que han conocido porque mientras lloran ni tan siquiera pestañeas, porque les has cambiado la vida y la visión del mundo. Porque no todo es tan rosa como creían y eso les duele, pero antes lo afrontaban junto a ti y ahora ya no estás. Otros lo ignoran y a otra cosa, mariposa. Y con algunos pocos sigues manteniendo el contacto, pero guardando las distancias excepto una microparte de ellos. 

Así que al final, cuando conozco a alguien que me interesa, sí pienso de forma sexual en ellos, pero se evapora con el tiempo o después de las primeras veces porque se vuelve algo aburrido para mí, con lo cual no tengo muy claro si es algo normal o no, pero es así.

A veces me planteo que después de mi vida (ya iré por etapas cuando me apetezca), todo lo que soy no es más que un juego y una adaptación para hacer del mundo y de la gente un lugar más importante. Por supuesto tengo gente alrededor que no me interesa acostarme con ellos ni que me vean como alguien totalmente necesario para su vida. Están ahí y eso es suficiente para mí. 

Mi atracción principal es la gente que está enferma o que es muy débil, imagino que es porque son mucho más manipulables que los demás y que, de alguna forma, eso me resulta absurdamente atrayente.

Entonces si no me interesa el sexo en particular,

¿Qué soy?

Me pregunto si es necesaria una etiqueta aquí. O allá. O en alguna parte. ¿Por qué siempre colocamos etiquetas a todo? ¿Qué diferencia hay? Somos humanos y libres; con eso basta.

sábado, 24 de enero de 2015

Gritando pensamientos


Estoy cabreado. Molesto. Torpemente ofuscado. Son esos momentos en que la tentación llama a mi puerta. En la que grita más fuerte que nunca. Tengo ganas, no, deseo rebanarme la carne de lado a lado mientras mi conciencia intenta usar el autocontrol y lo niega.

Llevo mucho tiempo sin dañarme de esa forma y no son pocas las veces que se me cruza por la cabeza, por la simple razón que mientras estoy rasgando mi piel no pienso en nada más, solo veo el filo deslizándose y la sangre brotar. Fin. Nada más. Luego viene una sensación de calor en todas las heridas y, más tarde, el dolor que se prolonga durante días.  Me resulta incoherente echar de menos algo así cuando sé que no sirve de nada; de absolutamente nada. Pero no tengo muy claro cómo lidiar con ello si no es ocupándome con otra cosa y dejándolo pasar. 

Let it go.
Let it go.

Y todo esto porque mi peso está estúpidamente inestable. Que ahora subo un kg y luego bajo 300gr. Ahora como más y bajo más. Ahora como menos y subo. Y estoy hasta las narices de este desorden, prefiero que se mantenga en el mismo número siempre y ya está. todos contentos. 

Intento hacer las cosas bien. Lo intento de verdad. Estoy tres o cuatro días sin vomitar. Por las mañanas inspiro profundamente cuando me peso y me digo que no pasa nada, que es un número, que no estoy gordo, que como mi sistema digestivo es una puta mierda aún no he digerido la cena y por eso peso más. 

Pero al final es lo mismo: Todo se rompe. Y colapso. Me enfado, Con todo. Con todos. Vuelvo a vomitar pero el peso no baja hasta pasados unos días. Me planteo no comer pero me resulta imposible, así que paso a alimentarme de comida con pocas calorías y a seguir vomitando.

Y se me hace patético y triste, pero nadie quiere verme enfadado, ni tan siquiera yo mismo. Me vuelvo el ser que no quiere ser. Lo que soy en realidad. Lo rechazo absolutamente todo, desde una palabra de comprensión hasta una sonrisa. No quiero saber nada del mundo. Nada de nadie. Solo pienso en... ¿nada? Y lo que se me cruza por la mente dejo de ponerle flores y adornos; Lo suelto y listo.

En el fondo sabía que cambiar de país no significaba estar mejor, solo tener más libertad de hacer lo que quiera. Y no me puedo quejar porque las cosas aquí van realmente bien y agradezco todo el apoyo y ayuda brindados para llegar donde estoy, pero el problema principal, yo, persiste. Y es algo que no sé cómo paliar ni tragar, solo intento dejarlo pasar un día más y no darle demasiadas vueltas.

Pero de momento, voy a ir a estrujar un rato a mi perra.


lunes, 12 de enero de 2015

Humano. Demasiado humano.

Y espero. Espero. Un día más. Otro. Y otro. De forma consecutiva e incesante. Quiero detener el tiempo pero parece que no es posible. Quiero gritar; llorar. Deseo sentir algo dentro de mí aunque sea un solo instante. Un momento de lucidez. De arrepentimiento. De congoja. De decir al mundo que estoy errando y me siento culpable de ello. Que lo siento. Que quiero ser quien no soy pero aún consiguiéndolo nada cambiaría porque somos eternos e inalcanzables. Perpetuos. Volamos a través de la tierra y dejamos huellas invisibles. 

Estamos en un sitio concreto y fingimos estar vivos. Fingimos respirar. Fingimos amar. Pero detrás de cada uno de los momentos, de las caricias, de las románticas palabras, no somos más que un puñado de carne y huesos mirando hacia el horizonte sin ningún tipo de expectativa.


Nos cuesta aceptar el amor y nos intentamos autoconvencer que no somos tan distintos. Que solo es una pared que hemos forjado con los años para no ser dañados. ¿Dañados de qué? ¿De quién? No puedo rememorar malas experiencias. No puedo recordar rechazos. Pero de alguna forma, muy dentro de mí, culpo a la propia vida de todo lo que ocurre. De lo que ha ocurrido. Y esa forma de ver las cosas me provoca incomodidad cuando alguien me abraza. Cuando dice que me ama. Cuando me toca. Y, a veces, incluso repulsión. 


No quiero ser una persona desagradecida (aunque lo soy), pero no siento una necesidad imperiosa de estar en contacto con los demás. Desconozco cuántas veces he dicho que amo a alguien. Que le amo de verdad. Que son importantes para mí. 
Pero yo lo sé; y tú también. Son palabras. Palabras que se lleva el viento y se evaporan. Y nada es eterno. Todo es efímero y frágil, como yo. Hasta que uno se canse. Hasta que yo me canse. Y ya no hay palabras. Ni actos. Ni emociones. Y no siento dolor. Ni remordimiento. Ni nada que lo acompañe. Solo ese vacío que perdura y se extiende hasta acabar con todo.

¿Por qué me importa tan poco todo?
¿Por qué me importan todos tan poco?

Se siente frío y doloroso. Solitario. Como si nada ni nadie pudiera entender el hueco que preservo en lo más hondo, aún cuando algunos decís empatizar conmigo o entender lo que cuento. Me siento solo por no saber expresar lo que me preocupa. E incluso a veces tengo miedo. De todos. De todo. De vivir. De los errores que seguiré cometiendo sin arrepentirme. 

Está mal y lo sé. Pero es tan complicado pasar los días entre sonrisas muertas y paradojas de la vida. Siendo quien no eres. Siendo lo que no eres. Porque después de todo sabes que si actúas tal y como lo sientes aún harías más daño a los demás, y eso es algo que no quieres. Te autoconvences de que el mundo ya sufre suficiente como para añadirle más carga a una vida ajena. Pero lo acabas haciendo porque eres idiota. Y estúpido. Y aunque mil personas lloraran por ti, tú mirarías en la dirección opuesta y acabarías pensando que estás solo y nadie te quiere; autoengañándote.

No. No estoy solo. Es mi rechazo hacia todo lo que me hace sentir así. El no querer hablar ni explicar qué me ocurre. Todo lo que hay en mi cabeza. Todo lo que retengo y controlo para que no se escape de mis manos. Control. Siempre presente. Actuar según lo que los demás quieren que actúes y luego castigarte por ello cuando estás en silencio entre la oscuridad; como una penitencia. Como si alguien te lo hubiera impuesto y debas arrepentirte de haber tomado la decisión.


Con las alas cortadas y la mente eclipsada. Con sueños rotos que no se reconstruyen. Avanzando hacia ninguna parte en un desierto de hambre y desesperación. Tragando arena y escorpiones que envenenan tu alma y la rompen; la despedazan. Para llorar sin consuelo ni causas. Porque antes de empezar la batalla sabes que has perdido y allí estás, entre los demás, arrodillado y con la frente contra el suelo. 



Y día tras día me repito que no está todo tan mal. Que no soy tan horrible. Que no soy el peor humano de esta Tierra. Pero sé que si no es así es porque actúo contra mi voluntad y que lo he hecho durante tantos años que ya es parte mí. Que no me esfuerzo por fingir, simplemente es tan natural como alguien que siente y ama, sin pensarlo demasiado. Hasta que me acuesto entre soledad y silencio. Hasta que lo pierdo. Hasta que les echo o alejo de mí. Porque yo mando. Yo - siempre - mando. Tengo las riendas de mi vida; de su vida. Y decido dejarles a mi lado o expulsarles al exilio sin pensar ni una sola vez cuán doloroso será para ellos o cuántas lágrimas derramarán. 

Hasta nunca. O hasta que yo quiera. 


Es triste cuando lo pienso y analizo. Estoy vacío. Y duele sentirse de esta forma. Ver el abismo y tus pies al borde de él. Mirar detrás de ti y tener a todos los que te siguen contemplando cada uno de tus pasos como si ellos no tuvieran voluntad de elegir su propio destino. Y esa misma tristeza me lleva a la desesperación por no poder cambiar este sentimiento. Esta emoción. Esta personalidad. Hasta que cualquier excusa me sirve para liberarme y pagarlo con alguien; conmigo. 

No es un número el que me aflige cada mañana cuando me peso. Es una excusa más para maltratarme. De redimirme. De pensar que si no me corto las piernas, ni los brazos, al menos esto es algo igual de destructivo y liberador. El comer y vomitar cuando quiero. Como quiero. Hasta donde quiero. Y sangrar si es necesario para comprobar una y otra vez que mi sangre es roja como la de cualquier otro. Que soy como los demás aunque no me sienta parte de ellos. Que, como decía mi eterno amigo Nietzsche y aunque sea difícil de asumir, soy...

Humano, demasiado humano.



PD: Como siempre, yo siempre respondo los comentarios cuando comentáis. Si me dedicáis tiempo, yo también os lo dedico. Gracias por todo.


sábado, 10 de enero de 2015

Fuck off, you world


Es tarde. Para ver. Para respirar. Son muchas las cosas que podría escribir pero pocas las ganas que tengo. Sin más. Un torrente. Una vorágine. Un todo. Un nada. Vivir o soñar. Escoger la cara de una sola moneda. Cruz. O muerte. Quizá un aliento. Una pequeña luz o una quimera. Qué más da. A quién le importa. ¿A quién le importa?

A mí no. A nadie realmente, pero a todos a su vez. Escondido. Llorando. Tan pequeño. Tan frágil. Tan suave. Tan, tan, tan... 

Aquí o allá. Rígido y frío, Oscuro. Muy oscuro. Tan oscuro que da miedo. Y tan solitario que los gritos se opacan. Una palabra: desesperación. Pecado

Las palabras no fluyen. Se estancan. Se cierra el cerebro. Densidad. O estupidez. Solo queda vomitar palabras dispersas. Sin coherencia ni sentido. Sin vida. Sin utilidad. Me colapsa la tristeza. Me sobrepasa el desdén hacia todo. Hacia la Tierra. Hacia el Unvierso.

No soy yo quien quiere escribir versos hermosos ni rimas eternas. No soy aquel quien pueda pronunciar más alto que el viento sus deseos más secretos. Su inmortalidad. Su amor; aquel que desgarra horizontes y desata fronteras.

Me consume el mal humor en todas sus variantes. El cansancio. No encontrar el punto exacto en el que seguir o parar; hacer carreras infinitas entre estrellas y planetas. Sí, estoy cansado. De todo. De todos. De .

Quiero salir a respirar pero la misma sensación de ahogo me lo impide. Quiero salir a gritar, pero las cuerdas vocales no suenan. ¡Quiero tantas cosas! Y son tan fáciles para algunos y tan complicadas para mí.

Intento no ofuscarme por lo que no merece la pena y decirme a mí mismo: "Let it go", pero hay muchas cosas que me molestan de demasiada gente. No me refiero a personas en concreto, no; es más bien que algunos hablan sin pensar. Y eso me enfada. Por lo general me callo y lo dejo pasar porque aunque invierta mucho tiempo en ello la gente no hace caso, pero a veces me cuesta e intento exponer de forma coherente lo que pienso; lo que el mundo debería ser. Y el resultado es el mismo: Te replican, piensan que igual tienes razón y te dejan con la palabra en la boca.

Me pondría a contar por qué estoy así pero no vale ni la pena porque es gastar tiempo en vano. Solo que, en definitiva, si el mundo fuera un poco más tolerante con los demás, con sus creencias, religión o etnia, quizá este puto planeta sería un lugar un poco mejor, y lo digo yo, un desgraciado que a pesar de pensar que su vida apesta al menos tolera a los que no piensan como él. O lo intenta, hasta que escucha cosas como "Esa raza/cultura debería desaparecer y morirse todos", A veces la gente olvida que España no hace tantos años era igual o peor, que la Inquisición no está tan lejos de nosotros. Pero lo pasado, pasado está... Y la historia manchada de sangre no le interesa a nadie. Ni tampoco cometer los mismos errores.

Y lo odio. Porque este mundo está muy enfermo como para añadir más cosas. Más dolor. Más rechazo. Algunos olvidan que los demás padecen, sufren y sienten. Que son de carne y hueso como la bendita raza suprema. Como los blancos. Como yo. Si a mí que por lo general me resbala todo me hace llegar a una conclusión tan fácil y sencilla, ¿por qué otros no?. El problema es ser un radical, sea uno blanco, negro o gris. Los extremos son malos y yo bien que lo sé. Pero a veces, lo que algunos no comprenden, yo lo veo claro y limpio. Y lo que otros ven fácil para mí es un mundo completo.


Si no nos respetamos a nosotros mismos, cómo vamos a respetar a un animal que es, teóricamente, inferior.


Y algo que generalmente ignoraría simplemente se pone sobre mi espalda y me hace sentir más cansado de lo habitual. Sumando que mi alimentación va a peor y que creo que tengo que tener una anemia extrema porque en cuanto me levanto por la mañana a los treinta minutos ya estoy cansado. No me apetece salir de casa ni de hacer nada en concreto. Estoy totalmente KO.

Quiero no respirar.