viernes, 10 de octubre de 2014

Mi más oscuro deseo



Mi más oscuro secreto, aquel que permanece enterrado entre la Vida y la Muerte, que emerge sin aviso y que nubla mi mente. El que me atormenta en las noches de vacío y tristeza, que se disfraza con sonrisas estúpidas y cuentos vacíos. El más inconfeso de todos los pecados. El pensamiento más aterrador. Esforzarse para ser quien uno no es. Fingir. Todo está bien. Todo está bien. Y me lo repito una vez y otra. Que yo puedo, que soy el niño más fuerte de este mundo, que mi carga no es más que una utópica y romántica sensación de la que deseo retroalimentarme para así poder aferrarme a algo que existe. Que sigue latente bajo la piel. Que me da coraje para seguir en este camino de la propia autodestrucción. Y aún así a veces me pregunto si realmente soy consciente de lo que hago con mi vida; con mi cuerpo. Con mi propia alma. Entierro los últimos alientos bajo las sábanas y seco las lágrimas con gritos. Golpeo el cielo y muerdo el propio Infierno.

Siento aflicción por seguir respirando y, sin duda, siempre me he sentido conectado a la muerte. Siempre me ha resultado llamativa, embriagadora, hermosa a su forma. Y he encontrado la belleza en la deformidad. En la propia enfermedad. Me resulta absurdamente bonito un cuerpo enfermo. Una extravagancia. Un error de la naturaleza. Los huesos sobresaliendo, punzando la piel. Cuando era un adolescente, o quizá un pre-adolescente, me conformaba observando esas personas. Personas carcomidas por el miedo, el dolor, por la propia Vida que parecía estrangularles. Y casi, sin darme ni cuenta, yo pasé a ser uno más de aquella muchedumbre. Paso a paso escribí mis relatos. Mis oscuros pensamientos. Mis deseos más insanos.

Quiero una piel horrorosa. Quiero cortes. Quiero delgadez. Quiero ojeras. No quiero ser hermoso. No quiero serlo. 

Y pasaron los años y yo seguía siendo alguien normal. Estúpidamente normal. Con una mente brillante y muchos kilos encima... De lo que, extrañamente, a nadie parecía importarle. Yo gustaba a los demás. Mi personalidad fuerte. Mi inteligencia. Mi hipotética empatía. Les atraía y eso, sin duda, era muy placentero para mí, porque podía jugar con ellos como marionetas. Les introducía muy poco a poco en mi mundo y después les aplastaba como insectos. Como si no fueran nadie. Les dañaba con palabras. Les demostraba lo poco que eran para mí. Y su dolor me llenaba. Me hacía sentir más humano. Sus lágrimas, sus reproches, no eran más que música para mis oídos. YO controlaba su vida y les echaba de la mía cuando YO quería.

Claro, ahora, tras casi diez años, puedo entender que eso no estaba bien. Que no lo está, aunque siga siendo el mismo que entonces. Ahora, supongo, intento no hacerlo, aunque a veces es imposible... Y esas veces siguen resultándome tan placenteras como entonces. 

He madurado, claro que lo he hecho. Todos lo hacemos, de una forma u otra. Sigo sin poder empatizar con los demás, aunque eso no me supone un problema. Es así y no debo cuestionármelo. Pero no solo ha cambiado mi mente, también lo ha hecho mi cuerpo. Y también lo ha hecho mi enfermedad

Cuando era joven, muy joven, sobre los 12 o 13 años, era comedor-compulsivo. Mi desdén por la vida  y mi engrosada insatisfacción me hacían comer, comer y comer. Pero un día cambió y comencé a vomitar, por allá a los 16 años. A épocas más, a épocas menos, pero siempre constante. Y eso te hace cambiar. Mucho además. Y los escondes de tal forma que después de casi nueve años nadie de tu alrededor lo sabe. Es tu secreto. Tu oscuro secreto. Pero aún es más secreto, más aterrador, el porqué lo haces. 


¿Por qué? 


No. No quiero entrar en un pantalón. No. No quiero ser un modelo. No quiero ser hermoso para nadie. Solo quiero ser un ser con peso bajo, ojeras y huesos que sobresalen. Solo quiero eso. Quiero ser lo que siempre he admirado. Por lo que mi mente se ha visto irremediablemente atraído. 

Deseo. Deseo poder tener a mi vera todos cuanto quiera. Tirar de los cables. Jugar. Retorcer vidas. Desquebrajar virtudes y que aflorezcan los defectos. Un humano imperfecto. Hermoso y horrible. El doble filo de la vida. Lo grotesco. Delicado. Quiero decirle al mundo quién soy. Qué soy. Este pequeño monstruo de anhedonia infinita. Que no está feliz, ni triste, ni nada. Que solo vive el día a día. Que sonríe y asiente. Que escucha. Que está ahí pero no está. Que se muestra ausente y a la vez presente. Que es negro y blanco al mismo tiempo.

Quiero ser lo que no soy. Lo que soy. Como el viento y la tormenta. Quiero la calma, el cielo y la luz, al tiempo que anhelo la hermosa oscuridad. El oscuro deseo. La manipulación. Quiero entender lo que otros no pueden. Puedo desmembrar a los humanos y comprender qué  les impulsa a vivir. Cada uno de ellos. Aplastar a los parásitos. Alabar a los débiles y cuidar de ellos con la más utópica fragilidad.

Ser. No ser. Vivir y sentir. Que yo soy el chico más fuerte de este mundo. Aquel que todo lo ve. Aquel que asiente aún en silencio. Quien sonríe y llora. Quien ofrece su mano al mismo tiempo que ata tu cuello. Soy quien tú quieras que sea. Soy una sombra. Una quimera. Una fantasía rota. Una mente inmadura degradada por el tiempo y espacio infinito.

Soy quien soy. Sin cambios. Sin virtudes ni defectos. Sin respiración ni aliento.


16 comentarios:

  1. Que profundo, no se ni que decir, me sorprendio ver un comentario masculino... te leere, me gusto la entrada aunque es una forma peculiar de verlo, pero cada uno lo ve a su manera
    besos

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  2. Necesito leerte más para hacerme una idea de ti. Lo haré.

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    1. Agradecido por tus palabras. Te añado a seguidos y a los blogs en el lateral.

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  3. Sin ánimos de menospreciar lo que escribiste, es algo que "ya lo sabía". No quiero ser petulante, pero tu historia es similar a la mía y a la otras personas que seguimos este deseo o "secreto oscuro" como lo llamas.
    Ahora iré al punto: Ese no es tu verdadero secreto, tu "deseo o secreto" no son los huesos, no creo que lo sean; desde mi punto de vista, los trastornos alimenticios (anorexia, bulimia, atracón o dismorfia corporal) son en realidad un SÍNTOMA de que algo no está bien, de que algo no está funcionando correctamente, y para huir de ello, inconcientemente recurrimos a un escape, este escape puede ser bulimia, anorexia, etc.
    Me costó bastante reconocer cuál fue el mío, y es muy DÍFICIL ACEPTARLO, ASIMILARLO. Pero esa es la realidad.
    Estoy segura que tu sabes o al menos sospechas sobre tu verdadero problema, sobre tu inconformidad (por no llamarlo malestar).
    Aún así, obviamente tienes talento para escribir.
    Saludos.

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    1. Hola Daniela,

      No me he sentido menospreciado. Supongo que esas conclusiones las has sacado solo leyendo este post, así que es normal. A través de las pocas entradas que llevo aquí he explicado más de una vez algo más sobre mí, pero en resumen es que, por supuesto, sé que hay detrás, qué lo inició y provocó, aunque actualmente eso no es ni la punta del iceberg, solo el inicio. Lo tengo aceptado y asumido, si de algo peco es de ser realista. Aún así aprecio tus palabras. Te sigo y te añado a Blogs seguidos.

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  4. Eres malo. Quieres serlo.
    Ésto no me lo pierdo.

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  5. yo solo quiero ser huesos un bello costal de huesos. A estas altuas ya no se si estoy enferma o que es lo que quiero. como siempre digo tal vez solo necesito Valium y whisly para curar mi sed y hambre de vida.

    Cariño <3

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    1. Bueno, siempre puedes compartir y entonces ya lo hacemos bonito de verdad.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Inquietantemente bello...

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  8. hola
    en esta etapa de mi vida estoy pensando igual que tu, en no solo verme delgada,
    sino estar absolutamente enferma a tal grado de casi morir, no se me atrae.
    gracias por tus palabras.
    Ya

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  9. Gracias por tus palabras, Cé. Muy amable. Si no nos planteáramos retos, sin duda, la vida sería demasiado aburrida como para seguir viviéndola.

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