Ni allí. Ni aquí. Ni en ningún sitio, se podría decir.
¡Y yo, feliz!
O eso creo. Resulta que llevo dos días (el mismo tiempo que tengo compañía en casa) comiendo y vomitando todo cuanto trago. Pensaba que pesaría lo mismo o incluso más (sin sentido), a pesar de que algo en mí decía que no, que era imposible, que lo vomitaba todo. Pero nada, yo no me lo creía.
Me levanté de un humor de perros. Estaba enfadado con el mundo. Con todos. Pero una idea vino a mi mente: "Voy a pesarme", y sí. Me fui corriendo y me pesé. 2.4kg menos. ¿Cómo puede ser? Ni yo lo sé. Si pesara 100kg sería lógico haber perdido esa cantidad, pero no es el caso. Creo que, más bien, se debe al hecho de que la última vez que me pesé era casi 1kg más (vamos, que parecía que había engordado), probablemente por algo de comida que quedaba en mi estómago. O no. ¡No sé, pero me da igual! ¡Estoy muy muy feliz!
Adelgazar, trae felicidad.
¿En serio? Realmente me parece patético. Sí. Me siento patético por estar tan feliz debido a haber menguado en un número. ¿Para qué? Para estar más enfermo, para sentirme más débil. Yo no quiero, a diferencia de muchos, ser un muchacho atractivo y de buen ver. No, no. Lo que yo deseo es algo mucho más lejano y oscuro. Deseo estar mal. En todos los sentidos. ¿Por qué? No lo sé, pero es así, desde que tengo uso de razón me he visto a mí mismo como un ser decadente; un artista nato y puro capaz de romper todas las barreras de la sociedad.
Y así, empecé a escribir. Yo quería ser como el clásico protagonista de Tim Burton. Desdichado. Triste. Amargado. Sin alma. Sin cuerpo. Sin nada. Quería morirme de asco. Quería estar enfermo. Pesar poco. Ser horrible. Que nadie se acercara a mí. Era mi deseo. Sin embargo, con el tiempo, fue cambiando y todos mis pensamientos acabaron transformándose en algo muy distinto: Quería ser perfecto. Pero debía ser una perfección especial. Distinta. ¿Cómo podría lograr algo así?
Fácil. Empecé a forjar mi personalidad. Una persona leal, amistosa, atenta, cariñosa, inteligente y con un físico atrayente para algunos. No era ninguna mentira, no. Yo era el ser más perfecto de este mundo. Cuando me quedaba solo mi desdicha y asco me engullía, pero siempre que estuviera rodeado sería el hijo ideal, el amigo perfecto, el amante más cotizado. Y así he sobrevivido entre mis enfermedades a través del tiempo, siendo quien realmente no soy.
He logrado una combinación entre enfermedad y perfección que probablemente sea extraño para todos cuanto leáis esas líneas. No sabría explicarlo con palabras. Tampoco está bien sentirme orgulloso de ello, pero, de alguna forma, debo estarlo. Es algo atrayente, sobre todo cuando lo que lees está tan bien escrito y capta tu atención tan rápidamente ¿verdad?
Todos vosotros, empatizais conmigo.
Y me lo han dicho muchas veces. Mis letras llegan a cuajar en vuestro cerebro y os hace entender que hay alguien más ahí que lo está pasando mal. Prometo que en esto no miento. Lo prometo. Todo lo que cuento en este blog, mis palabras, mis escritos, mi voz en vuestra cabeza, es real. Soy como me plasmo; un maldito narcisista al que espero cojáis cariño y abracéis en vuestro seno.
Si os gusto, me alegro. Si no, me da igual. Pero no me cataloguéis como uno más porque quizá os decepcionaría.
Agur.