martes, 25 de marzo de 2014

So sad... So empty.



Qué es este dolor. Este sentir. Esta Muerte recorriéndome las venas. Esta taquicardia ahondando en mi cuerpo. Este malestar presente que se agravia a cada segundo. Esta tristeza inaudita de la que no soy capaz de escapar. Estos pensamientos suicidas. Este vacío descomunal.

Quizá es debido a vomitar cinco veces seguidas. Atracón tras atracón. Para llenar y vaciar de nuevo la Vida. Para ahogarme en ella y regodearme entre la miseria. Para aliviar todo lo que está ahora mismo en mi cabeza golpeándome con ferocidad. Necesito gritar. Arañar. Golpear. Deseo que mi cabeza esté hueca. Vacía. No puedo más.

Y lo repito una vez y otra. La ansiedad me está carcomiendo. Tengo un pesar sobre la consciencia que me supera. Me cuesta seguir un día más. Otro. Otro. Para nada, porque al final estoy en la misma parte; en el mismo punto. Estoy harto de luchar contra lo que no soy capaz de lidiar. De enfrentarme a estos pensamientos que provienen de lo más oscuro de la consciencia. De tener que rechazar una parte de mí que podría acabar con mi existencia. Estoy cansado de respirar. 

Solo quiero paz. Solo eso. Que no haya nada en mi cabeza que me torture de esta forma. Tantas palabras. Tantos insultos. Tan estúpido

No quiero levantar mañana. Pero sé que es lo que va a ocurrir y eso, en parte, me decepciona. Me siento muy ofuscado. Harto. Siento el hastío perforándome las vísceras y las palabras en el viento ahorcándome. 

Qué tengo que hacer para levantar esta vez. Cada día me entierro más hondo. Más. Y los años que han quedado atrás esta misma sensación se veía opacada por la gente de mi alrededor; ¿pero ahora? Quién hay ahí sino yo mismo. Yo, desdichado y cobarde. Me he cansado tanto de la gente que les he apartado de mí. Y aún sabiendo que cuento con el cariño de muchos yo decidí hace tiempo no acercarme a ellos. 

Mi vida vacía. Como mi cuerpo. Como mi alma. Lo único que continua a punto de desbordar es mi mente, que ya no sabe escapar de lo que parece el inminente final.

Hoy me siento basura. Por todo y por nada. Porque no puedo más. Porque no sé cómo continuar. No sé qué hacer. No sé qué decir. Solo quiero dejarlo todo atrás y desaparecer. Desaparecer sin decir nada a nadie. Sin dejar rastro.

Bailando...

Mientras el viento susurra

delicadas palabras
de amor.



domingo, 23 de marzo de 2014

My body


Y es que a fin de cuentas, no estoy aquí, ni allí, ni en ninguna parte probablemente. Solo sigo existiendo. Una mota más en este remoto universo que se deja llevar lejos del horizonte esperando topar con el Destino.

Pasa el tiempo pero mi cuerpo parece eterno. A mí, incluso, hoy por hoy me resulta asombrosa mi apariencia. Es decir, cada uno de vosotros, de los que leéis, tenéis algún tipo de imagen sobre mí. Quieras que no, cuando lees un texto, le pones énfasis y, a su vez, si te sientes más o menos cercano, intentas imaginar cómo es esa persona físicamente. ¿Estará delgado? ¿Será lindo? ¿Parecerá un príncipe?

Y las respuestas son muchas, pero pocas aciertan. Hay gente que cuando la ves en foto, en real, piensas: "Ah, me lo imaginaba así". Pero no. Mi vida no puede ser tan simple. Simplemente soy diferente. Con rasgos que no son ni de aquí, ni de allá. Que resultan llamativos para muchos; por no decir todos. Y me gusta que algunos me cataloguen como Un ser profundamente hermoso. No todos pensarán igual. Pero la realidad es que, por una cosa u otra, aparento ser un tierno y vulnerable niño de dieciséis años. La genética juega en mi favor, o eso he intentado creer con los años. De piel de porcelana. Y no encaja ni mi literatura seria ni mi mundo caótico en tal apariencia. 

Soy tierno. Muchos dirían que achuchable. Con mi sentido del humor y mis tonterías nadie, jamás, podría imaginar quién soy. Qué soy. Y esto es una ventaja. No puede ser que un ser carente de tantas emociones pueda refugiarse en un cuerpo tan delicado. Y empiezo a preguntarme si la naturaleza es tan sabia como parece y, de una forma u otra, me ha brindado este pequeño regalo para engañar. Para cautivar.

Quién pensaría que detrás de una carita afable y tierna aguarda una piel llena de cicatrices. De heridas. De noches de tormento. Un estómago totalmente roto. Obsesiones. Estupidez. El propio Diablo. Un diablo vestido con los ropajes más caros que te embauca y te hace descender hasta el más oscuro averno para servirle. Para amarle. Porque sí, adoro que me idolatren; pero me gusta cuando no lo dicen y se nota. Cuando son corderos en tu rebaño y puedes convencerles de que algo negro es totalmente blanco. 

Pero eso no quiere decir que me guste mi físico. En realidad lo cambiaría todo, si pudiera. Muchas veces deseo ser más normal. Que no me miren tanto. Poder ir por la calle sin que una mirada se detenga ante . ¿Es mucho pedir?

Es solo que, con los años, después de que tantas personas hayan actuado igual o, más bien, hayan dicho lo mismo, he terminado asumiéndolo. Es decir: ¿Me consideran diferente? ¿Especial? ¿Hermoso? ¿Atrayente? Voy a aprovecharlo. Si puede jugar a mi favor debo saber cómo usarlo.

Y todas estas palabras me harán parecer un narcisista y egocéntrico, pero qué le vamos a hacer. Es la verdad. Mi verdad. 

Así que ya sabéis...

Amadme.




viernes, 21 de marzo de 2014

Storm





Y empieza de nuevo. Y me ahoga. Me mata. Me atormenta. Es una sensación totalmente opaca y presente, como si una fuerza mayor deseara llevarme lejos de este mundo tan poco real para enterrarme en lo más hondo de la ciénaga para así nadie pueda encontrar nada de lo que un día fui; de lo que llegué a ser.

Días grises y tristes se avecinan. Tengo ese exasperante hueco en mi interior. Cala hondo en mi cuerpo y me produce un frío atroz, recordándome cada segundo lo vacío que me siento. Como si nada existiera. Como si ni tan siquiera yo siguiera respirando. Y me siento triste, muy triste. Después me enfado. Con la vida, el mundo, la sociedad, incluso conmigo mismo. 

Me sigo desesperando. Me carcome el alma. El peso sube y baja y yo no estoy contento con absolutamente nada. Me siento amargado. Jodido. Con ganas de arrancarme la piel. Deseo gritar, darle golpes a la pared, arañarme, llorar... Pero me quedo quieto y respiro. Quizá dentro de una hora todo haya pasado. Solo quizá. 

Y lo que más dolor me produce es saber que al final del día sonreiré. Que fingiré con todos los de mi alrededor. Que no notarán absolutamente nada y que, probablemente, yo empiece a llorar cuando esté enterrado entre sábanas y cobijas. 

Porque los hombres no lloran, decían. Y yo digo que sí lo hacen, pero a solas, para que nadie vea su debilidad. Para que ese secreto se quede entre la oscuridad y ellos.  Y así, el tiempo transcurre, esperando un aliciente por el que no querer desgarrar las paredes de la vida. 

El tiempo pasa y me siento muy solo. Incomprendido. Es como si nadie me hiciera caso. Como si no existiera. Ni tan siquiera los más cercanos a mí emanan algún tipo de calor que yo pueda percibir. Todo es de plástico, sin sustancia, opaco. Y aún las palabras más bonitas o los actos más nobles me saben a poco. No me valen. No es suficiente. Porque no creo en ellas; ni lo haré. Nunca. 

Y seguiré solo... Solo... Solo... 

Esperando...

Como siempre.
Hasta quién sabe cuando.
Mirando al frente.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Wind


Gris. Demasiado gris. Un atardecer muerto. Un cielo opaco. Una mirada totalmente vacía. Ausente del mundo. De la realidad. Del universo. Del viento que surca por los mares y derrumba flotas. Del Dios que disfruta con la agonía de sus propios hijos. Guardando palabras sin significado. Contando historias. Llorando, siempre solo.

Los años siguen. Se acumulan. Crecen y no desaparecen. Es curioso cómo el tiempo, algo inventados por nosotros, sigue su curso y a veces posee tanto significado. Esa noción de la realidad que nos hace sentir inquietos: Diez minutos para ese momento tan especial. Una hora para vernos con aquella persona. Un instante para hacer realidad nuestros sueños. Pero qué es si no ese transcurro, esa noción, más que una palabra diseñada para atormentarnos. Demasiado tiempo sin hacer nada. Viviendo en la absoluta comodidad. Buscando consuelo. Llorando, siempre solo.

Y yo que podría haber sido el príncipe más amado de estas tierras. Yo, entre muchos, quien podría haber hecho tantas cosas. Y sueños. Muchos sueños. Que no existen, que no importan. Que se reducen en el olvido y susurran a mi ángel de la guarda un último deseo

Anhelo. Anhelo esa inaudita tranquilidad que parece huir de mí. Ese momento de lucidez que me haga gozar del tiempo, del espacio, del universo infinito en todos sus cauces. Y aguardo paciente un día más. Ese maldito instante que parece no llegar. Que huye y me hace retroceder, corriendo y sin aliento, hacia la cueva más oscura y sombría que nadie hubiera podido imaginar. 

Y yo que podría haber sido el príncipe más feliz de estas tierras. Aquel quien todos susurren entre sueños lo maravilloso que es. Quien nadie pueda resistir el sonido de sus pasos. Un auténtico galán. Pero mi sueño no es tan distinto a la realidad. Esa persona que se adapta, que sonríe, que ama a todos. Esa persona que logra encender las llamas más carbonizadas. Yo, entre muchos, siempre destacando. Tan hermoso. Tan dulce. Tan suave. Con un rostro angelical y aniñado del que pocos podrían sospechar. Un arma de doble filo dispuesta a cortar las cabezas de todos quienes intenten adentrarse en sus dominios. Porque yo podría haber sido el príncipe más amado de estas tierras, pero sin embargo elegí, elijo, mantenerme dentro del castillo con tres puertas de acero por medio, para que ni la catapulta más soez pudiera llegar hasta mí. Para vivir entre la oscuridad de la vida. Para sentir el frío más despiadado arrancarme el aliento.

Esta contradicción constante sobre la Vida y la Muerte es la que mantiene aquí. Ahora. El no querer rendirme. El no querer afrontarlo. El ser tan hermoso y horrible a la vez. El escribir aquí, en este sitio, mis pensamientos, mi amor, mis versos. El saber que hay gente, en alguna parte, que lee y lo entiende. Que lo admira. Que le gusta. Que dedica un momento inexistente llamado tiempo a compartir estos pensamientos. 

Y ahora... Respirar. 

Respirar. Un día más.


lunes, 17 de marzo de 2014

Oh God...


Tiempo al tiempo. Y sube. Y baja. Y se pierde en medio del horizonte sin dar ninguna explicación. Vuelve a volar, entre cielos oscuros y mentes brillantes, para alcanzar lo que un día anheló y volver donde sus pecados más oscuros e inconfesos se forjaron. Oh alma, bendito amargor el que me recuerda cada fastuoso día tu desaparición. Qué será de mí después de tu perdida, de tu sabor, de tu huida ingrata en un mar abrumado por la sangre. Qué será de mí.


Un día más, entre muchos. Hoy me apetece estar en el ordenador y no pensar. Dejar que el tiempo fluya. Que una nota se adentre en mi cabeza y permanezca allí, intocable y fugaz. Simplemente esperar que la escarcha se evapore de la ventana y que los minutos transcurran. 

A veces salgo a la calle u observo por la ventana y quiero analizar el mundo. Quiero observar el cielo claro, las nubes dibujadas y los edificios alzarse valerosos cual torre de Babel. Un pájaro. Una flor. Un niño. Todo lo que compone el mundo; y, por un momento, todo me resulta hermoso. Esa tranquilidad. Ese sentimiento de calor dentro del pecho. Ese instante de lucidez en mi mente. Nada más existe; solo yo ante el mundo. Yo y solo yo. Yo y mis palabras. Y mis versos. Mis sueños. Mi ego. Mi amor por todo y por nada. Y me siento un auténtico poeta capaz de derrumbar castillos con solo unas letras; capaz de enamorar el más despiadado asesino. Capaz de todo y a la vez de nada. 

Vivir en este Infierno es una comodidad que yo mismo he forjado con el tiempo. No sanar es lo más fácil para mí ahora. Convivir con este torbellino de emociones y dolor. Afrontar el mundo a mi forma y manera. Rechazar todo cuanto no me guste y cerrar los ojos para no verlo. Fijarme en lo negativo. Sentir que mi vida no vale para nada y que yo mismo soy incapaz de hacer las cosas bien. No hay día que no piense sobre qué hubiera sido de mí si estuviera limpio. Si nada de lo que soy ahora existiera. Si esto que siento desapareciera de golpe y pudiera disfrutar de las nubes, de los pájaros, del sol o la playa. Si no sintiera tanta aflicción por los humanos. 

Y me pregunto quién soy yo si no un pobre desgraciado al que la vida se la ha jugado. Un chaval encerrado en una habitación de carne y hueso incapaz de escapar, maniatado entre grilletes y confesando a la propia Muerte sus más oscuros pensamientos. Quién soy yo si no uno más entre muchos; respirando. Aguantando. Sobreviviendo.





jueves, 13 de marzo de 2014

The silence



Ser o no ser.

Supongo que llega un momento en la vida de casi cualquier humano que se plantea el por qué de su existencia. Esa pregunta que no lleva a ninguna parte pero que, sin embargo, inunda nuestras mentes en algún periodo de nuestras vidas. Ser falsos es algo implícito en nuestro día a día. ¿Cuántas veces hemos sonreído estando triste? ¿Cuántas veces hemos negado que nos ocurriera algo cuando en realidad estábamos destrozados? Mentimos. Poder hablar implica mentir. Siempre. Aunque cierto es que no todas las mentiras son graves, al igual que no siempre son piadosas, ¿verdad?

He estado ausente. No voy a exponer motivos porque podría empezar a escribir y no acabar. Básicamente no he querido, ni he tenido mucho tiempo para ello, he preferido dedicarlo a otras cosas. Pero al final, quiera o no, una impetuosa necesidad me hace estar aquí, escribiendo, porque de alguna forma me siento libre al hacerlo y es, perdonad mi cinismo, de lo poco que puedo sentirme orgulloso en esta vida.

No me apetece hablar de mi peso. Sigo bajando y eso a pesar de resultarme encantador, también me entristece. Demasiada gente me ha hecho el estúpido comentario de lo mucho que he cambiado en tan poco tiempo. Yo me limitado a decir: "Ejercicio y comer sano" y ellos asienten convencidos de que es verdad y seguido de un: "¡Eso debería hacer yo!". Pero miento. Lo sabéis. Lo sé. Y me gusta hacerlo. Es tan fácil lograr que los demás crean tus palabras... ¡en todo!. Solo debes ser quien no eres y... et voilà!

No estoy tan triste. Pero quizá es porque no he tenido tiempo para estarlo, aunque he aguantado mis momentos. Cuando empiezo a darle vueltas a las cosas es cuando todo empeora y el castillo se derrumba. El silencio me carcome y de ahí la ansiedad.

No me quiero extender, probablemente luego escriba más. O mañana. Pero intuyo que volverá a ser casi a diario. Así que un placer estar aquí de nuevo y lo siento para los que tengáis que aguantar a este príncipe tan jodidamente impertinente. 

Au revoir.