¿Y ahora por qué te ha dado por adelgazar tanto?
Porque sí, ¿no puedo?
Claro que sí, hombre, más faltaría.
Y con esas palabras que provienen de los labios de mi progenitora empieza todo.
El principio del final.
Siempre he sido una persona que ha odiado el deporte. Jamás me ha interesado. Ni tan siquiera en mis peores épocas. Nunca lo he visto como un medio para bajar peso y que me resultara llamativo. Pero las personas cambian, y con ello sus gustos. Sus pensamientos. Su todo.
Hace días que decidí empezar a correr. Hasta ahora salía a andar una hora diaria con mi perra, pero me dije: ¿Por qué no haces algo más? Y hoy ha llegado ese día. El día en que me he puesto a correr. Hacía años; muchos años que no corría. Desde que tenía 16 años aproximadamente.
Tengo asma bronquial con lo que no me resulta difícil hacer deportes que requieran una respiración profunda. Y se nota. No estoy cansado pero mientras corría mi alma expiraba. Necesitaba aire y mi cuerpo abría la boca para respirar; se me congelaban las amígdalas y me mareaba. Me mareaba porque no como. Porque vomito. Porque mi cuerpo cada día está más al límite.
He estado días sin postear porque no me apetecía. No me sentía con ganas. No noto ningún cambio en mí, pero los demás si lo hacen.
La dieta milagrosa
Creo que cinco o seis personas ya me han dicho que he bajado mucho peso. Demasiado, quizá. Me preguntan cómo lo he hecho. Esperan la receta milagrosa. Aquella que les arrancará la grasa y les hará ser más felices con ellos mismos. ¡Qué equivocados están! Cuando les explico que, simplemente, salgo a andar una hora diaria y que no como nada entre el almuerzo y la cena su mirada se trunca. Esperan algo más. Ese secreto que parece, a sus ojos, que yo guardo cual tesoro. Pero para qué nos vamos a engañar: Existe.
Señoras y señores, voy a contarles mi secreto. Porque fuera de ese intento de halago por su parte, lo que me provocan es asco. Mi secreto es estar enfermo. No quererme. No apreciarme. Vomitar la mayoría de cosas que como o, en su defecto, comer poco. Les garantizo que funciona; el único contra es que gracias a ello padecerán de: poca autoestima, mal humor, soledad, depresión, síntomas físicos que se desarrollarán con el tiempo en los que puede incluirse el cáncer de garganta, sufrimiento, sentimiento de abandono, distorsión, lágrimas vacías, inutilidad... Y les aseguro que podría continuar. Probablemente si desean empezar en ello tendrán una sensación de control absoluto, pero les advierto que es totalmente falaz. Les dominará y destrozará cada parte de sus vidas hasta la saciedad. Nunca será suficiente.
Llevo días muy triste. Hueco. Desaparecido. Ausente del mundo real. Espero un cambio y lo veo lejos de mí. Muy lejos. Tanto que no sé cuándo llegará. Si aún seguiré en pie esperando que algo cambie. Me siento muy decaído y sé que estoy en una de las peores fases de mi vida; pero lo afronto diferente. Intento tomarme las cosas de forma apática para que no me afecten. Muero de asco ante personas, actos, momentos... pero callo. Aguanto. Mi opinión no interesa.
Y lloro. Un día tras otro. Lloro por el hueco que se prolonga a través de la garganta hasta el estómago. Por esa sensación de no estar ni vivo, ni muerto, ni aquí, ni allá. La sensación de no importarle absolutamente nada a nadie. Y no es así. Claro que no. Pero es esa distorsión de la realidad; de mí mismo, la que me apresa a esa sensación.
No quiero alargarme más. Siento haberme ausentado y espero que todos los que leáis este blog estéis bien. Cualquier cosa que necesitéis por aquí estaré, como siempre.