Buena compañía. Buena música. Buenas conversaciones. He pasado unos días fuera del país y ha sido interesante. Siempre me ha gustado viajar y conocer otras partes, aunque sea por poco tiempo. Ahora tengo que preparar la mudanza porque el domingo cambio de zona y de casa; un sitio más urbano y una especie de loft de dos pisos con muebles de diseño (lo que me gusta, vaya. Poco mueble, ordenado y bonito a la vista). Así que toca empacar todo... Ahí vamos.
Hoy me he puesto estúpido leyendo una conversación de hace cinco años que guardo en mi anterior blog. Una conversación que yo creo que es más afín con Romeo y Julieta que con la vida real. Prefiero no ponerla porque me da hasta vergüenza. Una persona que durante un tiempo me hizo pensar que ser como soy no es tan horrible como creía; que me dijo que a pesar de ser una mierda de personas merecíamos algo más de lo que pensábamos. Una persona que como yo no tenía ni metas por las que vivir ni sueños que cumplir pero que sin embargo seguía respirando. Que prometió quererme pasara lo que pasara por y para siempre porque era idiota (lo siento, no encuentro ninguna razón. Si ahora soy insoportable antes tenía que serlo más...). Pero para gustos, colores. Y esa persona hoy en día sigue en mi vida, viviendo en la misma casa y tolerando mis tonterías a pesar de que le he llegado a dañar más de lo que cualquier persona podría soportar.
Así que por ti y porque me da la gana: Gracias :) No suelo decirte estas tonterías porque se me da un poco como el culo pero me gusta verte cada día. Me gusta cuando nos reímos hasta llorar. Me gusta que discutamos de política, religión, música o temas estúpidos. Me gusta porque vivimos en paz en una burbuja y ajenos al mundo con perspectivas muy parecidas. Me gusta porque a veces no tengo que hablar para que tú sepas qué me ocurre. Me gusta porque aceptas lo que pienso y cómo lo hago, aunque eso pudiera ser hiriente para mucha gente; y eso a su vez me hace sentir cómodo. Me gusta porque te preocupa que me muera pero aún así me dejas elegir sin imponerme nada.
Te aprecio. Probablemente tú me otorgas más de lo que yo te doy y de lo que te podré dar nunca por mi incapacidad a todo lo relacionado con la apatía y la forma de sentir las cosas, pero aún así eres de esas pocas personas que valen la pena y que aunque nadie lo perciba porque no te gusta destacar, eres especial. A tu forma. A tu manera. Y seguramente te heriré aún más conforme pase el tiempo, pero también sé que no te despegarías de mí aunque llegara el apocalipsis zombie (¿te imaginas?)
Así que por favor quédate donde estás y recuérdame de vez en cuando que no soy tan malo. Que la vida no es tan injusta y que seguirás quemando croquetas cuando te pongas a cocinarlas (y me da la risa cada vez que lo recuerdo y rememorizo lo indignado que me sentí porque se te carbonizaran).
Y no sé qué más escribir. Solo gracias de nuevo por ser quien eres y soportar mis tonterías con el peso, el mal humor, cuando te regaño, cuando me indigno y me callo; por todo, creo yo, que sigo sin entender cómo narices puedes lograr convivir conmigo.
Gracias idiota.